Tres aspectos había que considerar en el balance del partido de anoche en el Estadio Azteca: el resultado, el desempeño del seleccionado mexicano… y el comportamiento del público.Esto último, de hecho, constituía la gran incógnita. Si la experiencia había d emostrado que fueron en vano todos los discursos -de la FIFA, de la Federación Mexicana de Futbol, de los sociólogos y analistas del deporte, de los organismos enfocados en el respeto a los derechos humanos, de los lingüistas incluso…- orientados a identificar y tratar de erradicar expresiones homofóbicas o simplemente ofensivas, de mal gusto, había dudas sobre la eficacia de las amenazas de tomar las medidas drásticas que se hicieron del conocimiento público.Finalmente, el método funcionó. Hasta donde pudo percibirse, el comportamiento de los aficionados, en ese aspecto, fue impecable: indicio de que cuando se proceda a apretar clavijas en las competencias domésticas, los resultados serán, también, satisfactorios.Con respecto al resultado, aunque los goles se hicieron esperar -el de Macías llegó en el minuto 75; el de Pizarro, ya en el tiempo de compensación-, se hizo la tarea. Había que ganar, porque se supone que en un torneo como la pomposamente denominada Concacaf Champions League, México es el gran favorito y tiene la obligación -o punto menos- de pasar a la báscula -permítase la expresión- a todos los extraños enemigos que osen profanar con su planta su suelo.Así, aunque el trámite del partido tuvo sus contratiempos, el marcador, a la postre, reflejó con bastante fidelidad la diferencia de niveles entre tricolores y panameños.Los contratiempos fueron, por un lado, el penalti que no se marcó a favor de México en la etapa inicial, y un tiro que rebotó en el travesaño; por el otro, el infortunado autogol de Salcedo que dio el empate transitorio a los canaleros.Entre los aspectos rescatables del desempeño individual, dos sobresalieron: la contribución de Macías, por su gol y porque su simple presencia modificó el rostro y mejoró las perspectivas del cuadro mexicano, y las dos excelentes intervenciones de Gudiño, al tapar sendos fusilamientos de dos atacantes panameños, que de haberse reflejado en el marcador hubieran dado visos de catástrofe al resultado.Colofón: puesto que la victoria -en el futbol y en todos los órdenes de la vida- es el único resultado que no necesita explicaciones, misión cumplida… por esta vez.
