Jueves, 25 de Abril 2024

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* ¿No que no…?

Por: Jaime García Elías

* ¿No que no…?

* ¿No que no…?

Mientras se trató de atentas súplicas o amables rogativas, los aficionados que institucionalizaron la “ocurrencia” de corear los saques de meta de los porteros con un epíteto grosero y ofensivo, aunque a algunos les pareciera gracioso, siguieron en sus trece. Se les amenazó con sacar del estadio a quien lo hiciera, suspender transitoria y después definitivamente los partidos e imponer sanciones como la pérdida de puntos o la de jugar partidos a puerta cerrada… y ya se vio la diferencia.

En el encuentro entre las Selecciones mexicana y panameña, el martes en el Estadio Azteca, algunos aficionados que fueron sorprendidos mientras hacían su “gracia”, fueron desalojados del inmueble. Aunque difícilmente podrá implementarse la medida complementaria -vetarlos y expulsarlos definitivamente de las gradas-, lo medular es que las tristemente célebres exclamaciones, si es que las hubo, terminaron por ser imperceptibles.

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Vale insistir en que el comportamiento de los aficionados en un estadio de futbol -o en una plaza de toros o en una arena de box, etc.- es muy diferente al del público que asiste a un concierto o a los feligreses que van a misa. En los espectáculos deportivos hay lugar para las expansiones, y entre éstas caben las picardías… y ocasionalmente, dosificadas oportunamente, hasta ciertas groserías.

Un espectador habitual en el viejo Estadio Revolución Mexicana, de Pachuca, esperaba la culminación de las consabidas recriminaciones de la “vox populi” al árbitro que osaba fallar en contra del equipo local -“ratero” y todos los epítetos de rigor en estos casos-, para rubricarlas, con un vozarrón de bajo profundo, con un sonoro “¡…e hijo de la…!”.

En la desvencijada plaza de toros de Zamora, un aficionado, ofendido porque Manolo Martínez daba vulgares trapazos a un burel (“faena de aliño”, diría algún entendido), sacó de su ronco pecho esta emotiva arenga: “¡Pueblo de Zamora: miéntenle la madre a este hijo de…!”. El orfeón, con una sonoridad y una disciplina digna de La Scala, acató la iniciativa… mientras Manolo -el destinatario del mensaje-, en un burladero, se mordía la lengua y se tapaba la boca para no soltar la carcajada.

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Ejemplos como los anteriores hay miles. Manejar esas ocasiones -valga la insistencia- con la ligereza y el desenfado que ameritan, le pone sabor a la vida… Lo otro es vaciarle todo el salero a la sopa. Es echarla a perder.

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