Miércoles, 01 de Mayo 2024

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Simular una democracia

Por: Guillermo Dellamary

Simular una democracia

Simular una democracia

En la mente debes de tratar de aparentar lo que realmente no sucede, es el arte teatral de fingir. Haz como si te pasara algo, que en realidad no te sucede. Actúa, hasta donde logres convencer, a tu interlocutor, que te duele algo, que ni sientes.

El simulador hace gestos, muecas, habla como si supiera, pero solo finge, engaña; el tipo miente. Es una vil máscara lo que trae en su rostro. Nadie ve la verdad  de lo que le pasa, lo esconde habilmente. Oculta sus verdaderas intenciones.

Es un asqueroso mentiroso, un profesional de la finta, un hipócrita que disfraza sus verdaderos pensamientos con la magia de la imaginación. 

Así como se finge y simula en la vida, también la democracia tiene su papel en esta gran obra de teatro. Se nos hace creer que tenemos el poder de elegir a nuestros gobernantes, cuando todo está coptado de antemano, para que las opciones sean las únicas que hay que elegir. 

El pueblo inconsciente e ignorante, no sabe ni lo que hace y tan solo es empujado a las urnas a depositar una boleta y así cuantificar al ganador o al perdedor ¿Cómo hemos llegado a creer que ese simple acto es una prueba de que existe democracia? 

Es muy burda, simplista, primitiva y engañosa. Pero es la que tenemos, construida a base del poder para seguirle haciendo creer a la gente que tienen una intervención en algo que de antemano es la disputa de la oligarquía. 

El pueblo va y deposita su voto, pero ya manipulado, inducido por la propaganda, reducidas sus opciones a melón o a sandia. Esa no es la democracia que queremos. Tachar una boleta, no puede ser más que una simulación. 

Algunos dirían que al menos ya es un avance, y se lo podemos conceder, pero tenemos que continuar y desarrollar más instrumentos democráticos para que exista más intervención e influencia en las elecciones de los gobernantes y más aún en la manera de gobernar y tomar decisiones que nos afectan a todos. 

El pase de estafeta, el dedazo, la imposición de un modelo que se pasan de una mano a la otra, no es democracia, es una manera de autoritarismo. Eso hizo el PRI durante muchas décadas. Y acabó siendo una dictadura, y no la voluntad del pueblo. Por eso hemos sido artífices y expertos en simular una democracia que también fingió el porfiriato y lo siguen haciendo otros grupos de poder en sus respectivos países. 

Es el arte y la astucia de hacerle creer al pueblo, que participa del poder reinante, cuando solo tacha una boleta y calla porque tiene una mordaza y está atado de manos ante el poder dominante y controlador del gobierno y sus instituciones. 

Democracias es el poder del pueblo, no del gobierno y mucho menos sólo de los políticos, de los militares, de los capitales o de la casta sacerdotal. 

Es dejar de simular y aparentar que hay, lo que en realidad aún no tenemos.

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